Crítica emocional a Hermanos, de El Bordo

Lucas Canippo no frecuentaba el bar muy seguido, a excepción de aquellos días que antecedían la salida de algún CD de alguna banda que le gustase demasiado. Aquella noche de Abril del 2014 salía Hermanos, un disco nuevo de El Bordo: y se despertaba cierto latido dormido en el corazón de la música.

A Lucas le gustaba autodenominarse “crítico emocional del rock nacional”. Defendía fervientemente que la única crítica válida a un disco se hacía desde el corazón: que la discusión de tecnicismos pertenecía más a una demostración de ego por parte de críticos descorazonados, que a una búsqueda sincera por degustar realmente el viaje propuesto en la pieza artística.

– Salió Hermanos – comentó Lucas al aire, sentado en la barra, agitando una cajita de color negra con decorados rojos y azules. – De El Bordo – concluyó, y me miró por fin. Conocía la banda: conocíamos la banda. Yo ya me había pegado unas lindas giras para verlos en distintos lugares. Y como pasa con toda gira hacia el abismo, había ganado bastante vida para contar.

El barman nos regaló dos birras. Calientes: pero una birra regalada no sabe de temperaturas. Tomó la caja del CD y puso a sonar el disco en unos parlantes reventados que, la verdad, sonaban bastante bien.

Lucas empezó a hacer la mímica de una batería invisible a los pocos segundos que empezó la primera canción.

Existir – Me dijo, compenetrado en su fiesta invisible musical. – El tema te interpela todo el tiempo a reconocerte, y te deja pensando si realmente todos existimos en nuestra forma más natural… o somos una colección de velos para que el resto no pueda nunca alcanzarnos – comentó, y siguió agitando como un desquiciado.

– Uuuuh – dijo, y se agarró la cabeza – ¡Qué temazo la puta madre! – me agarró la muñeca – Escuchá, amigo, escuchá: Instinto. ¡Eh, barman! Pasame el librito del CD. Y otra birra -. Lucas no solo tenía la fama de crítico emocional: también era una esponja etílica bastante resistente.

Lucas me señaló una frase puntual: “No busques la explicación, tan solo sé vos mismo”. Asentí con la cabeza. Había un hilo conductor en el disco que volvía sobre el mismo tema: La existencia real.

Según el librito, este tercer tema se llama Sobrio. Lucas no hizo ninguna crítica al respecto porque se fue al baño y tardó bastante. A mi particularmente me resultó distinto al resto: y lo distinto siempre se celebra.

Para el cuarto tema, Lucas irrumpió la escena nuevamente. Me lo imaginé esperando en el baño hasta que llegue la parte más podrida de Madre Tierra, para entrar todo cebado. – ¡Cuándo aparece la magia se desplooooma todo tu esquemaaaa! – Agitaba, inmerso en un recital de otra dimensión. Siguió cantando toda la letra pero me quedé en esa frase: en los esquemas. En todas las construcciones que hacemos para no caernos del mapa. Y ahí reconecté con existir: ¿Será que tanto esquema nos aleja de la existencia sincera puertas para adentro?.

Pidió dos birras más. El barman lo miró. La música terminó. Se sonrieron mutuamente
– Dale amigo que estoy en una – Y no pudo seguir hablando, que sorprendió una batería al palo.
– Uooooo – gritó, golpeando la barra con emoción visible. El barman lo volvió a mirar: ser feliz por primera vez no pasa dos veces.
Chico invisible, amigo – dijo – o cómo vivir siendo un cero a la izquierda para toda la gente que ansias en silencio que te transforme en un cero a la derecha -. Algo lo interpelaba: si bien era un tema enérgico con el cual hubiese apostado que lo tendría saltando en la barra, se mostraba más melancólico. Como recordando cosas que nunca habían llegado.

La pose melancólica del loco no cortó ahí. Empezó a sonar Lejos, el sexto tema del disco, y me hizo una seña para que me acerque a él. Una canción mid tempo hermosa
– Mirá – me dijo, y me señaló una frase del librito “Si no es con vos hoy ya no soy“. «Otra vez la existencia» pensé. Y me pregunté si, entonces, la existencia de uno siempre se define a partir de la existencia de todo el resto. Como una mamushka de existencias en la cual nunca se sabrá cual es la génesis primera: la existencia originaria y madre de todas las existencias venideras.

Según la contratapa del disco, empezaba Huellas. Y lo miré a Lucas, y a su mano de cancha agitando estrofas rugientes. “¿A dónde vas gritando ausente como si todo fuera suerte?” Gritó, e intentó poner un pie en la barra para subirse a tocar una guitarra imaginaria. El barman lo bajó de un manotazo: hablando de existir, quizá, hay maneras y maneras: y espacios aptos para cada manera.

– Este tema es re alegrón – me dijo con una borracha sonrisa el personaje crítico. – Descerebrados. Para mi habla de la locura por una mujer. Pero un amigo me dijo que habla de la merca. Que se yo, el amor y las drogas causan los mismos problemas. – Sonreí. Estar escabio también te lleva a reflexiones acertadas.

Terminó la canción y arrancó un tema acústico. Le hice una seña con la cabeza a Lucas para que me dé un análisis de la canción. Ya me había metido de lleno en el disco. – Ni idea – exclamó. – Ya estoy medio escabio – .
Me tocó a mi hacer de crítico mientras veía a Lucas con los ojos cerrados mover sus dedos índices como si fuera director de orquesta. No cantó: solo sintió. “Alguna vez pensar no lleva a ninguna parte” rezaba En mi locura.
Mi amigo señaló el parlante en esa parte, aún con los ojos cerrados. Si pensar no lleva a ninguna parte, ¿uno existe mejor cuando deja de pensar y se anima a vivir en su real locura?

Ya lo veía a Lucas cabecear. Diría que el segundo capítulo después de escabiar como esponja marina, casi siempre resultaba ser el mismo para todos.
Sonaba Paseo Lunar con un bajo que se comía todo el rango de frecuencias de los parlantes reventadísimos del bar. Llegando al final de la canción, y con el fin de romperle bien las pelotas al critico de rock, el barman subió el volumen al máximo. Lucas saltó del banquito y agitó con su mano. Porque uno puede quedarse dormido donde sea, pero cuando toca agitar, toca agitar.

Por último, sonó la canción que le da nombre al disco.
Hermanos. Lucas me miró con los ojos en cumbia y me abrazó. – vos sos mi hermano – me confesó totalmente doblado.
Y no podrán quebrarnos, porque quebrarnos es partirnos en dos – intentó cantar. Yo sonreí y dejé que me abrace. Al fin y al cabo no importa de quién y en qué condiciones venga un abrazo. Siempre y cuando sea sincero, mantiene todo lo que necesita.
Será hasta la próxima fiesta. Adiós amigos, yo ya me voy – exclamó Lucas, dando un portazo. No le pidió el CD al barman, ni me pidió el libro de canciones a mi.

«Lucas existe» – pensé – «porque Lucas acepta su locura» .

Existir, entonces, es aceptar nuestra locura.

 

 

 

 

 

 

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Shopping Cart