Carta de Lúmina a Oxé: I

Mi amor:
Esta distancia ha separado sólo la mitad de nosotros, y una distancia coja, coincidimos, era lo peor que nos podía acontecer.
Todos los días se acentúa tu nombre, Oxé. El plan está saliendo perfectamente inverso a lo que lo planeamos. Me hubiese gustado que el plan sea recordarnos por siempre y haberlo fallado con la misma categórica precisión con la cual estoy fracasando el plan de olvidarte.
Lo intenté de mil maneras, Oxé, hasta fallé en otras mil que me inventé. Mi desesperación luego de años bajo el mismo proceso, va por el tercer o cuarto ciclo de repetición. Ya dejé de hacer de cuenta que te olvidé, de hacer de cuenta que no te busco, dejé de dejar de hacer de cuenta, y empecé la cuenta de los días en los que vivo para recordarte.

Estoy celosa, Oxe. Celosa de los que pasan por tu ciudad y te ven y les da igual que seas tu o un letrero. Celosa de los que te ven y no te ven como yo te vería ahora mismo. Celosa de aquellos a los que cortésmente les regalas una sonrisa a diario, un apretón de manos, un beso en la mejilla, o un “hasta luego” desinteresado. Celosa de los que gratuitamente respiran el aire cálido y usado que sale de tus pulmones. Celosa de la imagen mía que imagines a tu lado.

Esta carta es esencialmente para que sepas que me rindo. Me someto a una vida plena de recordarte, llorarte y extrañarte cada ratito libre que el mundo me de. Nos creímos demasiado fuertes para superar un desperdicie de todo este amor, y nos salió mal. A mi me salió mal. Y esta debe ser la pena que debo afrontar.

Qué de vientos valientes que hay en esta ciudad, Oxe. Se animan a besarme la nuca y la boca casi al mismo tiempo.
Mientras todos ellos esperan agazapados que me quede dormida, cierro la carta con mis últimos soplos de lucidez.

No voy a olvidarte. Tu puedes seguir haciendo lo que quieras.
Espero que tu ciudad no te avejente tanto esta temporada.
Un beso, de pequeño arcoíris, de los que amabas de mi boca.

Lúmina.